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    Las consecuencias económicas de la moratoria hotelera en Barcelona, a debate

    De izquierda a derecha: Joan Molas (presidente de la Confederació Empresarial d’Hostaleria i Restauració de Catalunya), Agustí Colom (concejal de Ocupació, Empresa, Comerç i Turisme del Ajuntament de Barcelona), Joan B. Casas (decano del Col·legi d'Economistes de Catalunya) y Joan Bóveda (socio-director de BurgMaster Hospitality Consultants).

    De izquierda a derecha: Joan Molas (presidente de la Confederació Empresarial d’Hostaleria i Restauració de Catalunya), Agustí Colom (concejal de Ocupació, Empresa, Comerç i Turisme del Ajuntament de Barcelona), Joan B. Casas (decano del Col·legi d’Economistes de Catalunya) y Joan Bóveda (socio-director de BurgMaster Hospitality Consultants).

    El concejal de Ocupació, Empresa, Comerç i Turisme del Ajuntament de Barcelona, Agustí Colom, y el presidente de la Confederació Empresarial d’Hostaleria i Restauració de Catalunya y presidene de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT), Joan Molas, debatieron ayer sobre las consecuencias económicas de la moratoria hotelera en la ciudad de Barcelona en un debate organizado por el Col·legi d’Economistes de Catalunya (CEC). Presentado por el decano del CEC, Joan B. Casas, el debate sirvió para analizar la repercusión económica que tiene la moratoria hotelera establecida en Barcelona el pasado mes de julio con el objetivo de definir el modelo turístico de la ciudad.

    Agustí Colom destacó que “Barcelona está tres puntos por encima de la media de densidad de turista por residente” y subrayó que “la clave es la diversificación de usos para tener capacidad de resiliencia frente a cualquier situación de crisis”. Colom añadió que “en Barcelona hay espacios con un monocultivo del turismo que tienen un efecto directo en los ciudadanos y que puede llevar a una cierta desertización con un impacto claro en la percepción de la seguridad”.

    Colom también apuntó que “la evolución de las plazas de alojamientos reglados en Barcelona había mantenido un crecimiento sostenido desde 2010, mientras que desde el 2015 se había dado un incremento exponencial del 21% que podía apuntar a una cierta burbuja de alojamientos turísticos”. Por otro lado, explicó que a la hora de tomar la decisión de establecer una moratoria hotelera también tuvieron en cuenta la percepción del turismo en Barcelona, que ha ido empeorando. En este marco desde al Ajuntament de Barcelona se planteó una “revisión y actualización del plan estratégico de turismo” para que “la perspectiva de incremento de plazas en 2015 sea del 13,8%, 6,2 puntos menos de lo previsto”.

    Finalmente, el concejal recordó que hasta ahora han recibido un total de 39 solicitudes de licencias de alojamientos turísticos y destacó que en marzo habrá la aprobación previa del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT) que establece distintas áreas en función de la saturación de plazas hoteleras rebajando la sobresaturación del centro. También subrayó la necesidad “de erradicar los alojamientos turísticos ilegales, que deben estar sometidos a los mismos criterios de actividad que el resto”.

    Por su parte, Joan Molas recordó que los hoteles “cumplen hasta 240 normativas distintas y reivindicó el hecho de dejar de hablar de economía colaborativa en referencia a las nuevas formas de alojamiento para llamarlos directamente economía sumergida”. En este sentido recordó que “se han dado 3.748.000 pernoctaciones en este tipo de alojamientos”. Molas apuntó la necesidad de huir del debate enquistado que se ha generado en torno a la actividad turística en la Ciudad y de reforzar la idea que “el turismo es positivo para Barcelona y se debe racionalizar el debate público y cambiar el tono, recordando todo aquello que esta actividad ha aportado a la ciudad y al conjunto de servicios y sectores industriales conexos”, apuntando que se debe utilizar “como palanca para generar nueva actividad económica en nuestra ciudad”. También recordó que “el sector hotelero siempre ha sido un motor en la ordenación urbanística y un acto indispensable en la creación de nuevas áreas de atractivo turístico en la ciudad”.

    Además, Molas subrayó que “el turismo tiene implicaciones muy positivas en la imagen y visibilidad de una ciudad. Barcelona propicia la llegada de grandes eventos que tienen una afectación transversal y positiva en el entorno y en muchos otros ámbitos económicos”. Asimismo, “el turismo contribuye en la ampliación, diversificación y modernización de la oferta de restauración e impulsa la gastronomía”. Entre otros aspectos, Molas destacó que el turismo “estimula la rehabilitación y conservación del patrimonio arquitectónico y artístico de la ciudad, y tiene un impacto positivo en multitud de sectores como la logística, la industria, la cultura, la moda, la formación, los servicios relacionados con la salud o el deporte, entre otros”.

    Molas apuntó que la moratoria hotelera ha tenido una incidencia sobre la inversión en inmuebles, que en 2015 fue de 260 millones de euros, un 17% menos que en 2014. También lo atribuyó a una afectación en la ocupación laboral destacando que, “tomando como referencia un proyecto hotelero de 100 habitaciones, se dejan de crear 78 puestos de trabajo, la mitad directos  la otra mitad indirectos”. Finalmente subrayó la afectación en la competencia dentro del sector, la afectación de la inseguridad jurídica generada, en la pérdida de oportunidades y, pidió a la administración púbica que no “caiga en el error de hacer debates ideológicos estériles respecto al turismo”.

    El debate estuvo moderado por el sodio-director de BurgMaster Hospitality Consultants, Joan Bóveda, que apuntó que la moratoria “genera una situación de desequilibrio que lleva a que el precio se sitúe por encima del precio de equilibrio y que el valor de los activos aumente con un claro riesgo de burbuja”. Bóveda añadió que la moratoria “genera una situación de carestía que puede llevar a la deslocalización de otros municipios del área metropolitana y al impulso de una oferta irregular”. Finalmente comentó que “lo que crea problemas de convivencia es el uso del espacio público que genera el turismo, no las pernoctaciones” y remarcó que, “por más que llevemos a los turistas a dormir a Santa Coloma de Gramanet, estos seguirán queriendo visitar la Sagrada Família”.