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    El 37% de los españoles no puede permitirse una semana de vacaciones al año

    La inflación y la llegada de una nueva crisis económica son las preocupaciones principales de cara en el periodo vacacional
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    En el imaginario social, el verano se presupone como la época dedicada a las vacaciones, a desconectar y a pasar el tiempo haciendo lo que nos gusta. Sin embargo, ocio y consumo son prácticamente sinónimos en una época en la que el hecho de poder disfrutar va estrechamente ligado a las posibilidades económicas que se tienen al alcance. ¿A qué dedican el tiempo libre de las calurosas jornadas de verano las diferentes generaciones?

    «La idea del verano como una época de ocio está muy enfocada a un sector de la población: el que está en periodo de formación. Para los que van a la escuela, el instituto o la universidad, y quizás también para los profesores, el verano es un tiempo de desconexión y vacaciones», señala Natàlia Cantó, socióloga y profesora de Estudios de Artes y Humanidades de la UOC. «El resto pasamos buena parte del verano trabajando», prosigue Cantó.

    Si bien la ley reconoce un mínimo de treinta días naturales de descanso remunerado para todo el mundo que esté asalariado —un derecho que en el Estado español se aprobó durante la Segunda República y que en 2021 cumplió noventa años—, las vacaciones de verano están fuera de las posibilidades de muchos trabajadores. Según la última encuesta de condiciones de vida del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 37,2% de los españoles –casi 18 millones de personas– no se puede permitir ni siquiera una semana de vacaciones en el año. En 2019, antes de la pandemia, la cifra era del 36%.

    Además, para los que sí que se pueden permitir dejar atrás el trabajo habitual durante unos días y desconectar de las obligaciones más reconocidas, todavía hay el trabajo no remunerado.

    «Especialmente las mujeres se continúan ocupando durante el verano de todos los trabajos que están invisibilizadas. No pueden decir a los hijos que del 1 al 31 de agosto no comerán porque la madre necesita desconectar. Estas cuestiones no nos vienen en el ninguno cuando hablamos del verano, pero son la realidad de mucha gente», señala Canto.

    Los jóvenes, con las expectativas más altas

    «La idea del verano y de las vacaciones está muy estereotipada», apunta el sociólogo Francesc Núñez, director del máster universitario de Humanidades: Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas de la UOC. «Pensamos en la desconexión, la fiesta… Mucha gente, joven y adulta, lo vive así. Por eso en julio sufrimos enormemente, porque no estamos de vacaciones y tenemos más trabajo que nunca», destaca Núñez.

    Sin duda, pero, durante los meses de calor aprovechamos para romper con las rutinas del resto del año. «La gente piensa ‘ahora podré hacer lo que quiera’. Hacemos planos como, por ejemplo, ir a la playa, comer en restaurantes, quedar con los amigos en la piscina… Y, al final, lo centramos todo en intentar recibir una satisfacción inmediata, que es lo mismo que hacemos durante el resto del año», valora el experto. «Esta concepción del ocio como consumo y diversión se aleja mucho de lo que etimológicamente significa este término, que se refiere al cultivo del alma, el que ahora denominaríamos crecimiento personal. Es evidente que la palabra crecer se puede entender de muchas maneras», sostiene Francesc Núñez.

    Otra cuestión, que afecta especialmente a los jóvenes, es la gestión de las expectativas que se generan en torno a las vacaciones. «Cuando un niño de primaria o secundaria vuelve a la escuela en septiembre, lo primero que le preguntan es que ha hecho durante las vacaciones. Es un tema obligado alrededor del cual se hace un dibujo o una redacción o que sirve para hacer debate el primer día de clase. El niño que sencillamente ha estado en casa pasa un primer día que lo puede llevar, por ejemplo, a mentir o a sentirse como un desgraciado que no se lo ha pasado bien por el hecho de no haber ido en ninguna parte. Esto tiene unas consecuencias sociales muy importantes», apunta Cantó.

    El primer verano postpandémico

    A pesar de las dificultades que supone para muchos el hecho de poder marchar de vacaciones –especialmente en un contexto de inflación y de subida de los precios de los combustibles, que tiene un impacto directo en los desplazamientos vacacionales–, la industria turística ya no oculta el optimismo de cara a una temporada que promete batir récords después de dos años de pandemia. A pesar de que habrá que ver los datos definitivos cuando acaben los meses más movidos del verano, las previsiones de los hoteles, las agencias de viajes y las aerolíneas para el verano de 2022 son muy positivas.

    En un estudio hecho a principios de junio por el Observatorio Nacional de Turismo Emisor ya se preveía que este año las aerolíneas recuperarían los niveles de antes de la pandemia y que el 89% de los turistas nacionales del Estado español tenían la intención de viajar a algún lugar durante las vacaciones. El turismo de sol y playa es la opción principal de la mayoría de gente para este verano y agosto será el mes en que previsiblemente se concentrarán buena parte de los desplazamientos.

    Sin embargo, el estudio también deja claro que durante este periodo las preocupaciones no descansan: el 81% de los encuestados señala la inflación como el gran temor de cara a las vacaciones, mientras que el 68% tiene miedo de la llegada de otra crisis económica, como ya alertan instituciones como el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional. La invasión de Ucrania y las consecuencias que esto puede tener son la tercera inquietud de los participantes en la encuesta (55%).

    «Ha habido un año o dos en que, a causa de la retención obligatoria que nos marcaba la pandemia, hemos estado muy constreñidos», señala Cantó. «Durante este tiempo, surgieron muchos discursos, imaginarios e ideales que se preguntaban si era posible vivir de otro modo. Los medios hablaban constantemente y a mí me lo preguntaron muchísimo», recuerda la experta. «Pero con la caída de las restricciones y con el fin de toda esta situación, hemos vuelto al que es la condición del sujeto neoliberal contemporáneo, que es aumentar constantemente la capacidad de hacer cosas y de acumular. Esto se expresa en el que nos rodea ahora mismo: la busca de viajes, experiencias, actividades, dinero, bienestar, etcétera», concluye Cantó.

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